La carta

Agarrar la pluma, la pluma,

¿entendés?

La pluma, qué instrumento tan maravilloso hemos creado.

Birome le decís vos, me olvido, me olvido de tus palabras raras y de tu acento, esas palabras inventadas, injertos de palabras, palabras enrevesadas, mezcla de idiomas,

invención.



qué hermoso artificio hemos creado. Escribir, escribir en pelpa, ¿se entiende? 

Es tan hermoso mi idioma, decís, como su gente: inventiva, soñadora, laberíntica, enigmática, así es mi lengua. No es español, no, es otra cosa. Es un dialecto, es mensaje cifrado, es canción, es rima, poesía, porque el lenguaje no alcanza, ¿ves? hay cosas que no se pueden decir de otro modo que no sea con poesía. Esa es mi lengua.


Escribo una carta en pelpa, ¿entendés lo que es agarrar un pelpa pensando en las manos que lo van a recibir?


Llenar renglones y renglones de una hoja con palabras que le recitamos a alguien en voz baja, un mensaje cifrado en una lengua secreta.


Desdecirse, tachar, tachar no es suficiente, arrancar la hoja, romperla y comenzar una nueva. Tener otra oportunidad. Hacérsela, permitírsela. Nadie rige nuestras líneas, solo nosotros. Qué lindo es nuestro idioma. 


Si te miro en


silencio, 


vos me entendés.


 Si encierro tu mano con la mía, 

Se susurran entre ellas, y nosotros...nosotros nos quedamos afuera,

respirando.  


Escribir una carta de puño y letra, 


con el puño corazón, 



el corazón-puño agarrando la birome, con el corazón en la garganta. El corazón es un instrumento que viaja desde el centro mismo del tronco, por el codo, atraviesa la longitud del brazo


se atraganta, se atolondra, trastabilla en el papel y se vomita palabras sobre la hoja.


Y entonces se empieza a llenar entera la hoja, sí, entera, porque te hablo, ¿lo ves? Te hablo y por un rato estás a mi lado,


Y me imagino qué me contestarías, y cómo me hablarías, y cómo serían tus gestos, tus ojos los tendrías entrecerrados. Tu risa sería abierta, harías ese gesto que hacés con la boca, que es tuyo. Y no nos diríamos nada demasiado trascendental.


No


Te doy las noticias, pero también te escribo cosas que no te hubiera dicho de otro modo.


¿Cómo te hubiera contado de la necesidad sin la lejanía?


¿Cómo te hubiera hablado de la nostalgia, de la melancolía?


Hay cosas que solo se dicen así, escondidas entre los renglones de una carta. Y sí, la distancia es parte de la vida. A la vida venimos a aprender, me dijiste. 


Pero aprender qué, aprender qué, aprender qué, nada de esto tiene sentido si se está acá pero allá a la misma vez y si se viaja verticalmente pero se lo mira horizontalmente es más un volver antes de llegar, aunque retroceder también puede ser avanzar, cuál es la aplicación práctica de tener una hoja en blanco y una birome, si el sur puede ser el norte, también occidente aunque antes estaba más al oeste que nunca y veía siempre al sol ponerse sobre el mar, era maravilloso ver el sol sobre el Pacífico, la cordillera era los Andes, y tal vez antes no estaba tan mal pero por qué tengo esta manía de querer salir a explorar cada sendero, si el Pacífico y los Andes me amaban a fin de cuentas, aunque ahora el desafío de la lengua, y por qué esta manía de aceptar los desafíos, de imponérmelos, aprender qué, otra lengua, un dialecto, otra cordillera


Pero entonces 


Entonces

La melodía de una armónica me interrumpe y cubre el ruido de autos y gente y bocinas y bicicletas y tram y smog... como una armónica mágica, te trae de repente a mí, vos sos él y yo soy yo de antes.


Salgo de mi estado de latencia y en la mitad de la calle echo a correr, desaforada, como impulsada por el instinto de supervivencia. Corro a toda velocidad, llego al océano, me sumerjo y cruzo el océano a nado, llego al Río de La Plata, y así, con la ropa toda mojada, con el pelo enredado y lleno de algas, sigo corriendo como una loca, sin pensar, por las diagonales de la ciudad hasta tu casa, te toco el timbre, porque me olvidé la llave, como siempre, y doy un paso al frente, cruzo el umbral y te veo la cara de sorpresa que se te hace ante lo inesperado feliz. Y me preguntás, no con el ceño fruncido, no, me preguntás ¿por qué estás toda mojada, bichi? bichita, solci, solcito, hija, y sin decir más nada, me das un toallón y ropa seca.

Recién ahí respiro. Voy a mi pieza, la que está hecha de cuadernos, y me acuesto en la cama hecha de cuadernos, a descansar.


Y estás y estoy yo, coincidiendo en tiempo y lugar. 



Ya leíste mi carta, te llegó el papel, ahí está, justo ahí, mi corazón en tu mano, ¿lo sentís latir?



P.D.: ahora, releyendo estas lineas, no sé bien si escribí un cuento, una carta o un poema... ¿se puede ser muchas cosas a la misma vez, como se está en varios sitios simultáneamente?


Con mucho amor,


Maga.

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