Cruzar



Es tu cumpleaños. Es tu cumpleaños número. Es tu cumpleaños número treintaycinco.

Es tu cumpleaños número treintaycinco y vos. Es tu cumpleaños número treintaycinco y vos no. 

Es tu cumpleaños número treintaycinco y vos no sabés. Es tu cumpleaños número treintaycinco 

y vos no sabés dónde carajos. Es tu cumpleaños número treintaycinco y vos no sabés dónde carajos estás parada.



Cuántas veces lo dijiste. Cero.

Alguna vez habías imaginado sentirte. No, solo lo soñaba, muchas veces despierta o con los ojos cerrados también.

Hacía cuánto tiempo lo esperabas. Desde que era bebé.

Cuántas veces te perdiste. Infinitas y ninguna.

Cuántas veces lo perdiste. Solo se pierde algo una vez.

Te encontraste. A veces.

Te perdiste. En la calle, muchas. 

Pensás que podrías volver. Siempre se puede.

Pensás que podrías irte. El viento sopla incesante, a veces es brisa, a veces es melodía, y yo soy hoja o grano de arena o mariposa o pétalo de flor que se desprende y juega a bailar con el aire en movimiento.

Cuántas veces pensás en quedarte. Pero el viento es aire y el aire es constante; uno no piensa en respirar, simplemente respira.

Cuántas veces dijiste ya no más. Algunas cuántas, pero no en voz alta.

Fuiste invisible. Sí.

Cuántas veces miraste a los ojos y te miraron los tuyos. Una vez y fue cerca del mar. Los ojos los tenía brumosos por la espuma de las olas y los suyos eran de arena. La marea creciente nos llegó a los pies primero y la cintura después y terminó por dejarnos sus marcas por toda la piel. 

Cuántas veces no te reconociste. Una vez al día desde el día 0.

Cuántos días viviste en 365 días. Un millón ochocientos cincuenta mil trescientostreintaycinco. 

Cuántos años tenés. La edad del sol y de la luna y de todos los astros en el cielo. 

Cuántas veces viste pasar la constelación que lleva tu nombre. 

Pensaste que estamos predestinados por el nombre que portamos. Un nombre es la primera elección que hacen por uno.

Cuántas veces corrió peligro tu vida. Unas cuántas por negligencia propia y otras tantas por elección. 

Cuántas veces no quisiste. Muchas, antes del día 0. 

Cuántas veces quisiste. Una al día, desde el día 0. 

Cuántos aviones viste pasar. Siempre recuerdo uno en particular. Cruzábamos el cordón montañoso para ir más allá de la frontera. Frontera extranjera latinoamericana. 

Cuántas veces lo pensás. Siempre siempre siempre y a todo momento.

Quisieras volver. Como al aire que se necesita sin pensarlo, sin darse cuenta de que se respira. Lo que dura cada inhalación; así de seguido lo anhelo, con esa inconsciencia y esa rutinariedad que ya es parte intrínseca de mí. 

Cómo sabés reconocer la felicidad. En el descubrir, en el elegir, en el decidir. En el ser y el estar, en el intentar. Lo curioso de la felicidad es que no se la reconoce sino hasta después de que pasó. 

Cuántas veces lo viste venir. Solo una. 

Cuántas veces lo entendiste. Muchas. 

Cuántas hojas viste caer. Las hojas del liquidámbar se vuelven rojas cada estación. Y cuando caen, forman un colchón rojizo en el fondo de mi casa, ahí donde están enterradas todas las que fui antes y todas las que fueron antes que yo. En el colchón de hojas rojas me dejo caer y mi cuerpo ya no pesa más que lo que pesa una pluma de gorrión. Mi cuerpo líquido se vuelve una hoja rojiza en el patio de mi casa, allí donde están enterradas todas las que fui.

Cuántas viven en vos. En mí viven todas las mujeres de mi familia. Soy todas y ninguna de ellas a la vez. Mujeres con las manos en cuencos, mujeres con cuerpos-cuencos. Gracias a ellas hoy estoy aquí. 

Quién sos hoy. Soy alguien y nadie. Soy letra y rima, soy tinta sobre el papel. Soy para alguien pero nadie para todos. Soy hija y soy madre. Soy una de las mujeres de mi familia. Pertenezco a la constelación de la Cruz del Sur. Soy latinoamericana, de la América austral. Mis pies tienen las llagas que les produjo el haber caminado kilómetros por el hielo. Mis manos las hice con las raíces de los árboles y mi piel está recubierta de aceite. Soy la estepa de mi tierra. Pero el viento me ha expulsado, me ha lanzado a una distancia inconmensurable de mi planeta. Ahora, desde este espacio que habito, veo a mi planeta de lejos: una esfera de fuego en medio de la inmensidad. 


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