A veces la luna

 



¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo?

Si nadie viene hasta aquí a cebarme unos amargos, como en mi viejo umbral



Hay días en los que estoy a l u n a d a ,


qué hilos invisibles manejan mi humor, qué deseos, será que tal vez soy otra de sus víctimas, un poco como el mar, tal vez, su rehén, resistiendo su fuerza magnética con voluntad pero al final rindiéndome a ella porque sí, porque no se puede ir en contra de la naturaleza.


La miro, le miro la cara, los ojos, esa sonrisa invertida que tiene, posando en las alturas, muy oronda, haciéndose un poco la Mona Lisa, pero a mi no me genera intriga, no me pregunto por qué tiene aire tristón, o si se siente orgullosa de traer cierto consuelo a dos personas que la admiran desde lugares muy distantes… no no, con esa cara de mosquita muerta a mí no.


La a d m i r o y su rostro parece suspendido en un péndulo sobre el telón de terciopelo de una obra que está a punto de empezar, o que ya terminó. Un péndulo parecido al que vos me regalaste, redondo y brillante, que llevo en el cuello. Lo toco con los dedos, lo acaricio, y tu voz se me escapa por los agujeritos invisibles que hay en mi cerebro, intento con fuerza asir algo, oler algo, escuchar algo, pero el halo de niebla se va haciendo más denso hasta que pierde su color brillante y se vuelve opaca.

Y ya sin poder contenerse, su bruma se condensa y los gotones le caen por la cara, uno, dos, infinitos, que van a parar al mar. 

¿ Qué es 

una lágrima

en el

 mar


quisiera saber.


***


Hoy la mitad de su rostro está enfundado en un velo negro, sus ojos se asoman por la ranura de un burka y desde ahí espían, desde su soledad, desde su escondite, su refugio. Salir, socializar, hola qué tal, bien y vos, me alegro, demasiado esfuerzo. Quedarse escondida y pasar por el mundo desapercibida, eso quisiéramos, ella y yo.


Ya amanece y su cuerpo se va desdibujando con el alba, su identidad se pierde entre el sol y las nubes, se vuelve traslúcida, volátil, débil, un recuerdo que uno quiere asir con empeño, las voces, un aroma, un rinconcito que… se me escapa y se vuelve cielo.


¿y si un día ya no la viera? 

sabré que está ahí 

etérea inmortal 


o sentiré su ausencia, 

la voz que no se ha escuchado en años 

el sitio propio que se guarda en la memoria 

el olor a madera enmohecida.


sentiré lo que debe sentir el mar, 

con cada oleada que lo arremolina 

y lo atrae de vuelta  

indefectiblemente

 a ella


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