Escribir o vivir


Escribir

por la mañana

en esa hora en que el mundo todavía está quieto

con el aroma del café que inunda el lugar

-mi lugar-


Tipeo con dedos fugaces, o

tímidos

que traducen mis ideas desde no sé dónde

[la lengua de origen no sé bien cuál es]

¿De dónde salen todas estas palabras, concatenación de letras

dispuestas en cierto orden, que colocadas junto a otras

tienen un cierto efecto…?


Tipeo en el monitor, o

hago firuletes en la hoja,

miro por la ventana buscando algo,

huelo,

saboreo.


Me asusta pensar…


Vuelvo la vista,

el cursor en la hoja en blanco, o

el lápiz sobre la hoja rayada,

espacios que me esperan con impaciencia.


¿Qué pasaría si…?


El sonido mecedor del viento en los árboles,

un pájaro curioso se me acerca,

me reclino en la silla,

mi lápiz y papel, 

armas poderosas

capaces de engañar al tiempo,

¡de entablar una conversación con personas que todavía no existen!


Excepto si...


El cerebro de quien escribe está deshabitado,

-la mano no puede traducir ideas vacías,

un lenguaje mudo.

En todo acto de traducción siempre hay dos voces,

dos lenguas

¿cuáles son las mías?


y


¿Qué pasaría si se agotaran?

¿Si ya no tuviera nada más interesante que decir?

¿Podría vivir en un universo sin voz?


Cierro los ojos

y siento que mi cabeza se abre al medio,

liberando ideas,

palabras,

-mis lenguas-

que ahora veo plasmadas en una hoja.


Escribir

es (dar)

vida.


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